La Pesca de la Carachama
La Pesca de
la Carachama.
La faena se inicia de madrugada, aun cuando el
sol no se muestra por el horizonte, revisan si las redes están completas, con
un motor peque peque en el bote, un grupo de tres o cuatro pescadores
alumbrados con las linternas fijadas a la cabeza con una pretina, para tener
libres las dos manos, se preparan para la pesca de la carachama…
En la Reserva
Nacional Pacaya Samiria, la pesca de la carachama es una
labor muy intensa, la temporada se inicia en el mes de junio, cuando el estiaje
(vaciante) presenta sus primeros indicios, varios grupos de pescadores de la
localidad de Bretaña van al puesto de la Reserva a solicitar su pase de
ingreso, para construir un rapisheo.
La
carachama es un pez oscuro, presenta placas grandes que cubren todo su cuerpo,
como un pez acorazado, dándole un aspecto de “pez prehistórico”, como muchos
creen que son, sin embargo, son peces que se han adaptado a vivir en el lecho
de los ríos, cochas y quebradas y a condiciones muy bajas de oxígeno,
característica que hace que puedan resistir un tiempo prolongado fuera del
agua.
Para
traerlas a la ciudad de Iquitos es necesario construir un rapisheo (balsas con
jaulas flotantes) que se construyen con materiales de la zona, caña brava como
armazón y topa como boya.
Durante el aprovechamiento, es común ver cerca de
la boca del río Pacaya varios campamentos con pescadores locales y
grupos organizados, acarreando “canoadas” de carachama varias veces al
día, tienen que ir a depositarlas en el rapisheo que funciona como un
corral, hasta completar la meta propuesta con una cantidad que oscila entre las
8 mil a 15 mil ejemplares, pudiendo ser más, de acuerdo con el tamaño del
corral.
Una jornada de pesca de carachama dura entre 8 a 10 días, tiempo que
demora desde preparar el corral de almacenamiento, en juntar los ejemplares de
carachama y finalmente preparar el rapisheo con el cual bajaran desde el río
pacaya hasta la ciudad de Iquitos para su venta.
Llenar
los corrales con las carachamas genera un fuerte desgaste físico, pues
retirarlas de las redes es muy complicado ya que, su manipulación lastima mucho
las manos de los pescadores, por las placas que cubren su cuerpo, es por esta
razón que al estrechar la mano de un pescador del río, éste tiene las manos muy
lastimadas, evidencia del duro trabajo que tiene que asumir para llevar el
sustento a su hogar.
Viajar
en rapisheo desde el Pacaya hasta Iquitos es una experiencia muy intensa, el
viaje demora entre 3 a 4 días, soportando el fuerte sol que, en el río se hace
más intenso multiplicando la sensación térmica, de igual forma las lluvias con
el fuerte oleaje incluido, generando un constante peligro de encallar en una
playa, de chocar con una palizada y romper el rapisheo, perdiendo así la tan
preciada mercancía.
La
ruta está marcada con un mapa mental, en creciente y en vaciante, mejor que
cualquier embarcación con la más alta tecnología de navegación, canales
secretos que sus abuelos los trazaron y los transmitieron a sus hijos como
herencia de una actividad que les va a dar la oportunidad de sostener a sus
familias.
Al llegar a Iquitos, se surca el río Itaya hasta el puerto de
productores, donde se preparan para la venta. A partir de las 5 de la mañana
llegan las señoras a comprar las carachamas vivas, en las primeras semanas,
desde el inicio de la temporada de aprovechamiento, el precio está muy bueno,
me comentaba Pancho Sampaya, con una sonrisa de alegría, llega a costar 100
soles el ciento, mientras los rapisheos van llegando el precio va cayendo hasta
costar 40 soles el ciento, es por eso el esmero de traer una buena dotación.
Recuerdo allá por los años 2010 o 2011, al señor
Fransisco Sampaya o Pancho, como lo conocemos sus amigos, presidente del grupo
de manejo Los Guacamayos, en una de esas
tantas conversaciones donde hablábamos de la carachama, del potencial de éste
recurso en la cuenca del Pacaya, de sus
épocas de abundancia, de la demanda en la ciudad de Iquitos y de su precio,
calculando las ganancias que el aprovechamiento de este recurso podría generar
a un grupo de manejo, entre risas me decía “biólogo, déjame trabajar la
carachama y yo pago la deuda eterna de la Reserva”…, recuerdo que por aquellos años teníamos
algunos retrasos en el envío de los víveres al personal guardaparque - Una simple frase que pone en evidencia el
verdadero significado tienen los recursos naturales para los pescadores de la
cuenca del Pacaya.
Es
más evidente que, la Reserva Nacional Pacaya Samiria juega un rol muy
importante en la vida de los pobladores locales, un territorio que siempre ha
existido, la escuela donde recibieron sus primeras lecciones de vida dadas por
los abuelos y padres, un territorio ancestral que ha sido usado generación tras
generación y que hoy más que nunca sostiene la economía de las familias
ubicadas en su entorno.
La carachama como recurso tiene un gran potencial, muchos
dicen que podría ser una fuente muy rica y abundante de proteína animal y
contribuir con la reducción de la desnutrición infantil en nuestra región, una
oportunidad que nos da la naturaleza para combatir de manera objetiva y
eficiente este problema social y que, nos da insumos suficientes, para contribuir
en alcanzar la soberanía alimenticia en nuestra región, pues, es un recurso muy
apreciado, los pescadores de los grupos de manejo, consideran a la carachama
como una gran alternativa, no solamente como alimento, pues se puede obtener varios productos de su manejo y
manipulación, como las hueveras, “el
caviar amazónico”, que, una vez fue servido en un crucero turístico como
tal y los turistas no fueron capaces de diferenciar su sabor con el famoso
platillo exclusivo de las altas clases sociales, hecho que, personalmente me
sorprendió y me abrió la mente ante tan exquisito recurso.
Es muy importante tomar en consideración que, los
grupos de manejo de la cuenca del río Pacaya, vienen sufriendo algunos reveses
en relación a la comercialización de algunos recursos naturales que, durante
los últimos 10 años se convirtieron en la columna vertebral de sus economía,
como es la caída del precio de la Taricaya y de la Arahuana, recursos que cuentan con Planes de
Manejo y Programas de Manejo Pesquero, respectivamente, documentos de gestión
que regulan el manejo y aprovechamiento de estos recursos y que cada 5 años
deben ser actualizados (proceso que en estos últimos años han sido asumidos y
solventados por los mismos grupos de manejo) hecho que, incrementa los costos
para tener acceso formal a los mismos. Esto es uno de los problemas que, la
carachama sea vista como una verdadera alternativa económica por parte de los
grupos. En la actualidad, las autoridades competentes vienen considerando la
inmediata implementación de una Programa de Manejo Pesquero (PROMAPE) para éste
recurso, ya que, es evidente que su aprovechamiento se ha incrementado y está generando
ingresos económicos a la población local, hecho que los pescadores del río Pacaya
no lo niegan, pero en su interior sienten que las cosas se van a complicar con
este recurso, debido a que, con la implementación del PROMAPE de la carachama
las cosas se van a empezar a ser más tediosas según ellos. Pues, si bien es
cierto que, los Planes de Manejo y los PROMAPES, juegan un rol muy importante
para la sostenibilidad del recurso, es importante también considerar que éstos
documentos no deben complicar la vida de los pescadores, pues en los últimos
años los pescadores piensan que mientras más intervienen las autoridades con
las medidas de conservación, que a mi parecer son muy necesarias e importantes,
se hace más tedioso y complicado cumplir con los requisitos, como informes,
pagos, cumplir con protocolos, y otras exigencias que los pescadores consideran
que dificultan y complican la actividad.
Nuestra función como profesionales, no debe ser
intrusiva en la vida de los pescadores; es decir, no debemos solo pensar en
cumplir nuestras metas en los planes o proyectos implementados, para luego
mostrarlas como resultados positivos en
gráficos y números, pues debemos ver el
verdadero impacto que éstas medidas generan en la vida de los pescadores, las
medidas no deben complicar la vida de los mismos, me atrevo a decir que la
conservación no la vamos a lograr poniendo restricciones, exigiendo informes de
monitoreo o haciendo el pago por el derecho de aprovechar, si no que, esta la
vamos a lograr cuando los pescadores realmente sientan que las medidas
adoptadas logran fusionarse como parte de sus vidas cotidiana, que las medidas
sean parte de su plan de vida, lo otro es engañarnos a nosotros mismos.
Pues,
en los últimos 25 años, se han gastado más de 20 millones de dólares, producto
de las donaciones y proyectos que han estado orientados al diseño e
implementación de medidas para conservar especies clave en la Reserva Nacional
Pacaya Samiria, objetivos que se han alcanzado y superado en muchos casos, pero
lo que no hemos logrado entender es que, la conservación de la diversidad biológica
la vamos a lograr en la medida de que éstos tengan un verdadero valor
económico, un mercado, cerrando el ciclo, manejo, aprovechamiento, mercado y
comercialización. La historia nos ha enseñado que, solo hemos cumplido con
creces una parte de este ciclo y ahora debemos corregirlo antes que sea
demasiado tarde.
A
pesar de todo, siempre en el campamento del grupo de manejo de los Guacamayos
de la cuenca del río Pacaya, habrá un buen plato de carachama, listo para
servirnos, ese platillo exquisito que se ha convertido en un ritual, en una forma de manifestar de que eres bienvenido, ya que, en cada mesa amazónica un
buen motivo para sentarse a conversar de la pesca y del futuro de los nuestros,
es con un buen timbuche de carachama…
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